Cuando decidimos qué camino tomar o tratamos de plantear un itinerario nos convertimos de alguna manera en diseñadores de una estrategia, inconscientemente estamos «diseñando» un plan o recorrido para evitar atascos, reducir la distancia e incluso el tiempo que tardaremos en llegar a nuestro destino.
Imaginamos el trayecto, más o menos conocido y visualizamos en el las ventajas e inconvenientes a medida que lo trazamos, esto es algo que hacemos a menudo y que nos aporta gran experiencia para desenvolvernos y desplazarnos en nuestro entorno habitual.
Sin embargo, cuando los lugares o localizaciones son desconocidos o nos resultan poco familiares, trazar un nuevo itinerario conlleva realizar un esfuerzo mayor para visualizar el camino y navegar desde el punto de partida hasta nuestro destino con las mejores garantías de que no correremos ningún percance, riesgos, perdida de tiempo o perjuicios económicos considerables.
Para ello recurrimos a mapas, croquis, infografías, señaléticas, iconografías y todo tipo de materiales visuales que nos aportan mayor información gráfica para desarrollar una visión más precisa de todos los aspectos, esto nos ayuda a adquirir una pre-experiencia sobre lo que nos podremos encontrar por el camino para afrontarlo con mayor o menor entereza.
Pues bien este mismo concepto es el planteamiento fundamental del Pensamiento Visual o «Design Thinking«, y es aplicable a casi cualquier trayecto o itinerario que queramos emprender, desde desplazamientos físicos hasta aventuras o iniciativas empresariales.
Se trata de organizar las ideas, expectativas y planteamientos de forma gráfica y visual, sobre todo cuando las nuevas experiencias que se presentan serán para un grupo de personas, ya que en este caso los problemas y las posibles soluciones a estos se resolverán mejor gracias a la suma de cerebros que participan.
Cualquier recurso gráfico es válido para disponer la información, textos en notas adhesivas para alterar su orden fácilmente cuando se introduzcan cambios, bocetos, gráficos de colores, diagramas, bocadillos, viñetas y un larguísimo etc… las pizarras imantadas y las planchas de corchos son soportes ideales sobre los que trabajar.
Borrar, rectificar, incluir y desechar información con el objetivo de mejorar nuestra idea, objetivos e itinerario, también son prácticas habituales en el desarrollo del pensamiento visual, y a medida que el planing sufre todo tipo de modificaciones, se va perfeccionando hasta llegar a un punto de inflexión en el que evidencia su valor. Ya está, a partir de ese momento se podrá poner en practica e ir corrigiendo y perfeccionando su composición según el desarrollo de la experiencia real.
A su vez esta experiencia podrá servir a otros para utilizarla como base y establecer nuevas variaciones sobre los matices de otra idea de proyecto, o diferente itinerario según su actividad pero siempre suponiendo una referencia en la que fijarse o recomendar como hoja de ruta.
El lenguaje visual entra por la retina y llega a nuestro cerebro con la velocidad del rayo, esto es así cuando vemos una ilustración en un libro sobre un texto que hayamos leído, o cuando nos muestran un fotografía de un lugar que previamente hayamos imaginado diferente, cuando ojeamos un plano de líneas de autobuses o metro y por qué no, también al hacer balance de la trayectoria, pasado, presente y futuro de cualquier causa.
Considéralo, ponlo en práctica y apreciaras la diferencia con el lavado y aclarado de ideas, transmítelo y difunde tus pensamientos visuales a otros para hacerlos participes, colaboradores y perfeccionadores de la misma idea, y al final, quién sabe si descubrirás un formula mágica que te aporte la metodología o estrategia que determine el éxito en tu tarea, y recuerda,.. si no llegara a ser este el resultado, siempre podrás borrar, rectificar, incluir y desechar para mejorar y volver una y otra vez a plantear, a experimentar y sobre todo a perfeccionar, ¿no crees que siempre saldrás ganando?.